La grandeza de la arquitectura no radica en la magnitud de los proyectos si no en la capacidad de convertir cualquier encargo en obras llenas de pasión cuando se abordan desde los detalles, con todo el ingenio y meticulosidad que podemos dedicar como arquitectos.
El encargo se propuso como un punto de inflexión para crear un espacio que estuviera a la altura de las propuestas gastronómicas desarrolladas en los últimos años y que les permitiese conservar la esencia que los hacía reconocibles.
Se trata de un proyecto muy ambicioso para afrontar una nueva etapa del Mesón Las Duelas, mantener el ambiente tradicional de bar tan característico del lugar y aportar un nuevo espíritu contemporáneo con la creación de nuevos espacios.
Para desarrollar el nuevo proyecto contábamos con la posibilidad de añadir al local original el local colindante en esquina, lo cual suponía una oportunidad de aportar visibilidad al local con la fachada en esquina. Convertir el hecho de visitar el local en una transición de espacios que suponga una experiencia, casi ceremonial, desde la calle hacia el nuevo salón gourmet. Proporcionar la relevancia requerida por la propiedad a este nuevo salón fue el germen del proyecto desde el cual se desarrolló.
El Mesón Las Duelas funciona desde 1988 y en los últimos años se ha convertido en un referente gastronómico de la comarca en el centro de Algeciras. Desde siempre ha sido un local impregnado de carácter regionalista andaluz. Materiales como el ladrillo, los azulejos sevillanos, el color y el brillo propios de estos evocan un ambiente muy arraigado en la memoria de la ciudad.
El local original contaba con el encanto propio de la pequeña tasca tradicional; sin embargo, las décadas de uso continuado provocaron la acumulación y el deterioro propios del paso del tiempo, con la pérdida de funcionalidad que implicaba, convirtiéndolo en inoperativo para las necesidades del negocio y los proyectos futuros.
El acceso se realiza desde el soportal hacia la sala original, el espacio de bar, donde los azulejos sevillanos recuperados y salvados lucen despejados y relucientes. El espacio se amplía y se crean nuevas barras, multiplicando las zonas de servicio y dando protagonismo a la característica cerámica. Todos esos elementos se refuerzan mediante la potente presencia de un nuevo botellero de acero que recorre el local y se pierde bajo un techo azul oscuro que contrasta y recoge al visitante.
Para mantener las salas separadas, creamos un dispositivo en una zona desfavorable al fondo del local, de la que aprovechamos su oscuridad para convertirla en cueva-bodega y forzamos la penumbra con las paredes azules que evocan el azulejo, pero donde el resplandor y la luminosidad lo proporcionan la tenue luz entre las botellas de vino.
Junto con los marcos de acero que flanquean esta cueva-bodega, se trata de hacer sentir al visitante que se encuentra en el verdadero corazón del proyecto, donde el vino, como la sangre que nutre este local, se irradia hacia las extremidades. Una pieza fundamental para que el desarrollo en planta quede articulado y todas las piezas encajen.
El paso al nuevo salón gourmet se vuelve muy luminoso al devolvernos a la vida de la calle con sus grandes ventanales. En esta sala se recuperan los valores del bar original y se reinterpreta el color, la textura y el brillo de la cerámica tradicional, creando un gran lienzo aplacado en azul que es para nosotros una reinterpretación contemporánea del uso del azulejo que hemos experimentado antes.
Se trata de transmitir al comensal la conexión con todo lo visto anteriormente desde una propuesta de diseño actual.
Esta pared resulta ser el telón de fondo para el peatón que desde la calle observa el local, encontrando una imagen actual del clásico Mesón Las Duelas, pero identificando elementos, formas, texturas y detalles que evocan el ambiente y la estética que siempre fue su carta de presentación.